La practica en la que estamos inmersos puede
desestabilizarnos a cada instante.
Necesitamos
recuperar remansos de paz que nos oxigenen y animen. En esta búsqueda pueden apoyrnos algunas
actividades sencillas que nos apacigüen o consuelen. Una de estas practicas,
al
alcance de cualquiera, es la pintura de mándalas. Estos símbolos nos llevan de
lo múltiple a lo uno, de la dispersión a la concentración y nos sirven como
apoyo para meditar.
No es obligatorio ser expertos en arte, en diseño o espiritualidad. Pintar mándalas es un ejercicio humilde que nos permite un alto en la rutina, fortaleciendo la creatividad y la paciencia, ayudándonos a experimentar el silencio (tan necesario para encontrarnos y a la vez entablar una relación con lo Trascendente). Podríamos decir que pintar un mándala es una forma de practicar meditación activa.